
Siento la soledad en mis manos, ni siquiera hay vestigios de la nada, tan débiles que ya comienzan acostumbrase a sostener la tristeza de los días.
La distancia y el tiempo son infinitos ante mis ojos nublados.
La música me ensordece, las mismas líneas, el mismo intento de llenar los vacíos. Ya ni siquiera me habla, ya no es el idioma que abrazaba mi sonrisa, ahora desespera y mi boca calla los gritos mudos de mi alma… mi triste alma.
El Todo pesa en mis hombros y me aprieta el cuello, más aún mi garganta que contiene el llanto desesperado de las palabras que no comento.
Tal vez deba admitir que me rindo y que necesito llegar a eso que a veces invento en las nubes del cielo o talvez decirle al viento que me ayude a huir, que las hojas escondan mis pasos y que el recuerdo me olvide definitivamente.
No tengo armas en esta tierra.
Una luz que hace sombra las sombras de los que caminan hacia lo suyo.
Por ahí existe un secreto escrito, oculto entre las manos del destino… tal vez sea la felicidad robada de alguien que olvido como sonreír.
Por ahora…
La distancia y el tiempo son infinitos ante mis ojos nublados.
La música me ensordece, las mismas líneas, el mismo intento de llenar los vacíos. Ya ni siquiera me habla, ya no es el idioma que abrazaba mi sonrisa, ahora desespera y mi boca calla los gritos mudos de mi alma… mi triste alma.
El Todo pesa en mis hombros y me aprieta el cuello, más aún mi garganta que contiene el llanto desesperado de las palabras que no comento.
Tal vez deba admitir que me rindo y que necesito llegar a eso que a veces invento en las nubes del cielo o talvez decirle al viento que me ayude a huir, que las hojas escondan mis pasos y que el recuerdo me olvide definitivamente.
No tengo armas en esta tierra.
Una luz que hace sombra las sombras de los que caminan hacia lo suyo.
Por ahí existe un secreto escrito, oculto entre las manos del destino… tal vez sea la felicidad robada de alguien que olvido como sonreír.
Por ahora…
El café ya sabe mas amargo que otras noches