
Desperté con la brisa en mi cuerpo. Bastó un respiro para hallar la serenidad. Sentí la suavidad de la arena en mis pies. Caminé junto al juego del ir y venir de las aguas. El sol acariciaba mi espalda mientras me invitaba a su despedida y yo escuchando lo que me decía la mar voltee para soltarle una lágrima y una sonrisa. En lontananza divisé una pequeña silueta que se movía con travesura…yo sólo caminaba. De la nada me di cuenta que aquella figurita la había alcanzado, y me encontraba tras ella…sí era una niña, lo supe por los rubios rizos que caían por sus hombros. Se levantó porque sabía que yo llegaría a ese lugar, dio la vuelta. Sus ojos cayeron en los míos…. Quede asombrada, era yo. No tenía palabras ni pensamientos, pues mi mente estaba en blanco. Me dirigió la palabra con una vocecita tan tierna, preguntándome si tenia miedo de lo que podía pasar en nuestras vidas, en mi vida. Yo sabía perfectamente a lo que se refería, todos lo saben. Pero no tengo respuesta alguna… sigo anonadada. No tengas miedo de dejarnos en estos lugares, me decía, ni de tus huellas, pues el mar y las olas se encargarán de que no se las lleve el viento, guardaran todo para que cuando vuelvas las veas intactas, porque volverás ¿cierto?, tengo la esperanza de que así será. Vamos atrévete a recorrer nuevas tierras y trae contigo fantasías para que nosotros todos estemos orgullosos de tus logros, en especial yo; tu pasado, esta niña que ves aquí.
Ahora entiendo porque el sol se despedía… sólo quería que lo viera una vez mas, sé que no eres igual en cualquier lugar, pero te recordaré.
Creeré en mis huellas y en el mar. Sin embargo sigo llorando en medio de las noches extrañando…